Plaza de Tiradores

La plaza de Tiradores es ahora un triste solar, que no permite siquiera a la imaginación construir un espacio tan alegre y vivo como fue aquel pequeño oasis (uno más entre los que salpicaban la ciudad), dentro del gran e inesperado oasis que, en aquellas tierras españolas alejadas de la Patria, representaba la ciudad de Sidi Ifni.

Se encontraba a unos doscientos metros del edificio del Cuartel del Grupo de Tiradores de Ifni nº 1, del que la placita tomaba el nombre. Esta construcción militar era admirada por propios y extraños no sólo por su aspecto exterior, sino también por el conocimiento cierto que se tenía de las altas virtudes y méritos que en él se impartían, demostrados durante el paso de los años y en muy distintos, y en no pocas veces dolorosos, avatares.

La plaza, en 1965, era un descanso para la vista y un recreo seguro para los niños que vivían en los pabellones que rodeaban sus jardines y paseos. Cuando se llegaba hasta ella desde el Grupo (como se llamaba familiarmente al Cuartel), sorprendía ver un semicírculo de alegres edificaciones que, a los lados de la Residencia de Oficiales, completaban el paisaje.

En esos años finales de la presencia española en el territorio, los que tuvimos la suerte de vivir en aquellas amplias y agradables casas, veíamos desde ellas las palmeras , los setos y el pequeño templete del centro de la plaza, que había contemplado durante años el tambaleo de muchos primeros pasos infantiles y las primeras caídas leves más tarde, del aprendizaje en el manejo de las bicicletas. Pasear por la plaza, o simplemente reunirse en algún grupo con los vecinos cerca de ella, era, muchas veces, un verdadero acto social. Aunque, lógicamente, esto último estaba reservado a las fiestas que la Residencia celebraba en sus jardines, preferentemente en el verano, que eran esperadas con ilusión por los jóvenes (y los menos jóvenes), y que daban un toque amable de distinción.

Pero, los que más disfrutaban por allí eran los niños. Para ellos, el espectáculo preferido era el desfile de los soldados haciendo instrucción, que pasaban a diario an dirección al Campamento, a los que seguía un grupo de pequeños esntusiastas marcando el paso casi a la perfección... hasta que se cansaban. Y entonces dirigían sus actividades al campo de deportes que se encontraba justamente al otro lado de la plaza y que servía también como gimnasio y pista de entrenamiento. Ése era un lugar casi prohibido para aquella pequeña tropa, algo que seguramente representaba para ellos un atractivo mayor, y que era vigilado por un personaje que ellos llamaban "Tiliui", al que temían. A pesar de ello, se atrevían a recorrer todos los inconvenientes de la pista procurando no ser vistos. El juego terminaba con el grito de algún vigía que gritaba: "que viene el tiliui, que viene el tiliui"...Los niños corrían despavoridos hacia sus casas, mientras el hombre, entrando en el juego, hacía como que se le escapaban; más de una vez tuvo que "salvar" a algún pequeñajo, o incluso llevar a uno de ellos empapado como una sopa por haber caído al agua (verde), al intentar saltar el puente roto de la pista de aplicación.

Muchos de estos niños, mujeres y hombres adultos y maduros hoy, recordarán sin duda estas aventuras que protagonizaron en una especie de Jauja en la que vivieron durante aquellos años, junto a la Plaza de Tiradores.

En esos últimos años (1965-69) de la presencia española en el territorio de Ifni, habitaron en aquellas casas: el Coronel García del Moral; los Ttes. Coroneles Alfaro y Delgado; los Comandantes Espejo y Rico; los Capitanes Pardo, Sierra, Rivero, Marzol, Quesada, Capitán Médico Girela y Capitán Veterinario Rubio, con sus respectivas familias. Todos ellos, al igual que los que vivieron anteriormente tan cerca de la plaza, compartieron unos inolvidables años, formando una verdadera y gran familia.